Ante todo, lo que constituye nuestra cultura visual son
imágenes producidas y manipuladas por el hombre, provistas de un significado y
una intención. En una palabra, se trata de iconos. Sin entrar en los
matices de la Semiótica, podemos definir al icono como aquel signo
que tiene una relación de semejanza con el objeto representado. Todo a nuestro
alrededor, en especial el ambiente urbano, está repleto de iconos: fotografías,
dibujos, pantallas, logotipos, etc. Incluso la palabra escrita, que no puede
considerarse icono por carecer de similitud con lo significado, adquiere esta
naturaleza en virtud del diseño. Las artes gráficas, en efecto, pueden
convertir en icono hasta un simple carácter tipográfico cargándolo de
connotaciones simbólicas. Todo habla a nuestro alrededor, más aún,
llama, grita, provoca; todo está humanizado por el diseño, modelado en función
de la figura humana; todo despierta los sentidos, excita la memoria, sugiere
ideas, narra historias.