“Las
imágenes auténticas parecían tener la capacidad de actuar, parecían poseer dynamis, o poder sobrenatural Dios y los santos
también moraban en ellas como era de esperarse y hablaban a través de ellos. La
gente acudía ante tales imágenes con la esperanza de obtener beneficio […].
Tales imágenes poseían poderes carismáticos que podían volverse en contra de
las instituciones clericales mientras fueron excluidas de ellas. Protegían a
las minorías y se transformaban en abogadas del pueblo, dado que por su
naturaleza estaban fuera de la jerarquía. Hablaban sin la mediación de la
Iglesia, con una voz que provenía directamente del cielo, contra la cual toda
autoridad oficial era impotente” (Belting, 2003: 8).
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